Cardenal Blase J. Cupich

Una iglesia llamada a amar perfectamente

febrero 21, 2023

Entre los muchos puntos de convergencia entre el difunto papa Benedicto XVI y el papa Francisco esta su énfasis en el poder de la gracia, que es el amor de Dios por su pueblo. Desde diferentes perspectivas, ambos papas insisten en que este amor es totalmente incondicional, misterioso, transformador y gratuito.

El papa Francisco advierte contra la fría y dura lógica gnóstica que intenta domesticar el misterio de la gracia de Dios o incluso el misterio de nuestras vidas al pretender tener todas las respuestas: “Cuando alguien tiene respuestas a todas las preguntas, demuestra que no está en un sano camino … (Dios) siempre es una sorpresa y no somos nosotros los que decidimos en qué circunstancia histórica encontrarlo, ya que no depende de nosotros determinar el tiempo y el lugar del encuentro. Quien lo quiere todo claro y seguro pretende dominar la trascendencia de Dios”. (“Gaudete et Exultate”, 41).

Así que un enfoque pastoral que excluye de manera preventiva a alguien de la vida de la Iglesia y de su ministerio es un asunto serio y debe ser desafiado. No podemos declarar “donde no está Dios… porque él está misteriosamente en la vida de toda persona, está en la vida de cada uno como él quiere, y no podemos excluirlo con nuestras supuestas certezas”.

Francis prosigue: “Aun cuando la existencia de alguien haya sido un desastre, aun cuando lo veamos destruido por los vicios o las adicciones, Dios está en su vida. Si nos dejamos guiar por el Espíritu más que por nuestros razonamientos, podemos y debemos buscar al Señor en toda vida humana. Esto es parte del misterio que las mentalidades gnósticas terminan rechazando, porque no lo pueden controlar”. (“Gaudete et Exultate”, 42).

Al escribir esto, el papa Francisco elabora sobre la base de una idea importante en torno a la singularidad del amor de Dios, que el papa Benedicto identificó en su encíclica “Deus Caritas Est”. Ciertamente, el fallecido papa observa, el amor que Dios tiene por su pueblo puede describirse correctamente como un amor apasionado, que la palabra “eros” expresa. No obstante, ese amor, nos recuerda, “es también totalmente agapé”, un amor que va más allá de los intereses egoístas y “es ocuparse del otro y preocuparse por el otro… se convierte en renuncia, está dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca”.

Así, el amor de Dios por su pueblo es llamado con razón “agapé” no solo “porque se da del todo gratuitamente, sin ningún mérito anterior, sino también porque es amor que perdona”.

Benedicto cita al profeta Oseas al señalar este punto. “Israel ha cometido ‘adulterio’, ha roto la Alianza; Dios debería juzgarlo y repudiarlo. Pero precisamente en esto se revela que Dios es Dios y no hombre: ‘¿Cómo voy a dejarte, Efraím, cómo entregarte, Israel?... Se me revuelve el corazón, se me conmueven las entrañas. No cederé al ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraím; que yo soy Dios y no hombre, santo en medio de ti’ (Os 11, 8-9)”. Noten que Dios perdona antes que nada y antes de lo que la justicia exigiría.

Luego, Benedicto parece redoblar sobre esto y escribe algo bastante sorprendente hasta el punto de que fue criticado por algunos teólogos en ese momento: “El amor apasionado de Dios por su pueblo … un amor que perdona… tan grande que pone a Dios contra sí mismo, su amor contra su justicia”.

Desafortunadamente, algunos en la Iglesia tienen dificultad para entender las ideas de estas enseñanzas magistrales. Hay voces que insisten en que la Iglesia debe excluir a los pecadores de una participación más plena en la vida de la iglesia hasta que se hayan reformado, por respeto a la justicia de Dios. Sin embargo, el papa Benedicto les recordaría que el amor de Dios es tan grande y misterioso que pone a Dios contra sí mismo y pone a su amor contra su justicia.

Y el papa Francisco les advertiría en contra de domesticar el misterio de la gracia de Dios al pretender limitarla por su lógica fría y dura. Porque tratar la gracia de Dios, sin importar el momento o la circunstancia en la que se presente, como si fuera una recompensa por lo que hemos hecho, le roba cualquier sentido de misterio.

Este fin de semana, la Palabra de Dios llama a la Iglesia a una conversión acorde con las enseñanzas de estos dos sucesores de Pedro, una conversión para asumir un enfoque pastoral que incluya en vez de excluir, una conversión para ser santo como Dios es santo, para amar perfectamente, como Dios ama perfectamente, volviéndonos contra nosotros mismos y hacia el amor que perdona.

Advertising