Cardenal Blase J. Cupich

El que ha de venir

jueves, diciembre 9, 2021

Tendemos a considerar el tiempo de Adviento como el tiempo de preparación para celebrar el nacimiento de Jesús en un pesebre en Navidad. Pero un estudio cuidadoso de las lecturas elegidas para el Adviento en los primeros siglos revela que la Iglesia, al comienzo de un nuevo año litúrgico, estaba más preocupada por celebrar a Jesús como “el que ha de venir”.

Por ejemplo, los Evangelios de Adviento, que datan de la época del papa Gregorio Magno (590-604), no hacen mención del nacimiento de Jesús. En cambio, los fieles escucharon historias como el milagro de Caná, la bienvenida de Jesús a Jerusalén, la multiplicación de los panes y los peces.

Lo que estos textos tenían en común era que todos proclamaban a Jesús como “el que ha de venir”. Al presentar estos Evangelios a Jesús como “el que viene”, sin ninguna referencia histórica concreta en el tiempo (por ejemplo, su nacimiento en Belén), el Adviento de aquellos primeros siglos celebraba a Jesús como el que viene constantemente a nuestras vidas en todo momento. 

Con la restauración de la liturgia tras el Concilio Vaticano II, la Iglesia recupera este enfoque anterior de proclamar a Jesús como el que viene continuamente a nuestro mundo. Fíjense en que comenzamos la celebración del Adviento con una lectura del Evangelio en la que Jesús adulto habla de la venida del Hijo del hombre como un acontecimiento decisivo en la historia de la humanidad.

El Adviento concluye el cuarto domingo con el relato del nacimiento de Jesús. El punto es claro: El nacimiento de Jesús cambió el curso de la historia de la humanidad, ya que dio comienzo a la destrucción de un mundo dominado por el pecado. La Navidad es algo más que el nacimiento de Jesús en aquel establo de Belén dos mil años atrás. El nacimiento de Jesús consiste en el nacimiento de un mundo nuevo en el que Jesús sigue avanzando la historia de la humanidad hacia la satisfacción del plan de salvación de Dios.

La incorporación de dos Evangelios en la segunda y tercera semana de Adviento, que representan a Juan el Bautista como testigo de la venida de Cristo, es una invitación para nosotros, no tanto para preparar la Navidad, sino para preparar el camino del Señor en todos los tiempos, incluido el nuestro, viviendo nuestra vida con alegría y esperanza como testigos de la salvación que trae Cristo.

El enfoque del Adviento en Cristo como “el que ha de venir” nos ofrece una comprensión mucho más rica del significado de la Navidad. Jesús no sólo vino al mundo para cambiar el curso de la historia de la humanidad hace dos mil años, sino que sigue viniendo de manera sencilla y oculta, similar a su nacimiento, para llevar a cabo su misión como salvador del mundo. 

Este es un mensaje muy necesario en nuestros tiempos. Sabemos lo aterrador que puede ser enfrentarse a los retos numerosos que parecen controlar nuestras vidas y pretenden escribir la historia de la humanidad: la pandemia, el cambio climático, la violencia en nuestras calles y el mundo, el sufrimiento de tantas personas en el mundo entero a causa de la pobreza, el hambre, la guerra y la migración forzada.

El Adviento puede ser un antídoto para la preocupación, el pesimismo y la desesperación que se apoderan de nuestros corazones en medio de tanta agitación en el mundo. Puede ser un tiempo para profundizar en nuestra confianza de que el Señor nos acompaña en el camino, de que Dios no nos ha abandonado a los caprichos de la vida, aunque haya tantas cosas en nuestra existencia que nos hagan creer lo contrario. Porque este tiempo viene a recordarnos que Jesús es verdaderamente el Emmanuel: “Dios con nosotros”.

Confiar en “el que ha de venir” tiene el poder de liberarnos para estar alegres y esperanzados, ser testigos verdaderos de la venida de Cristo al mundo. Que su celebración del Adviento sea una bendición para el mundo.

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