Cardenal Blase J. Cupich

Recibir la Espada de Loyola

miércoles, noviembre 29, 2017

A continuación los comentarios del Cardenal Cupich presentados el 22 de noviembre durante la Cena Anual de Premios Stritch, donde recibió el Premio Espada de Loyola. Los comentarios han sido editados debido al espacio.

Hace aproximadamente 500 años, Iñigo López de Loyola, ya recuperado de sus heridas de batalla, presentó su espada en el altar del Santuario de Nuestra Señora en el Monasterio de Montserrat, dando una expresión única de lo que significa pasar por una conversión. No fue suficiente para él alejarse de una vida que en sus palabras fue “dada a las vanidades del mundo… se deleitaba en ejercicio de armas… con un grande y vano deseo de ganar honra”.

Más bien, la conversión significó dirigirse hacia, y adoptar, una vida de servicio, o como tan apropiadamente lo describe su tema: vivir una vida de servicio a otros. La conversión de este joven soldado vasco fue tan auténtica que inspiró a un sin número de otros, permitiéndole atraer compañeros mientras establecía la Sociedad de Jesús.

Percatándonos de que estamos aquí esta noche por lo que él hizo hace 495 años, consideremos por un momento lo que significa tener este mismo tipo de conversión. Quiero hacerlo en el contexto de la Primera Jornada Mundial de los Pobres, a la que el Papa Francisco nos ha invitado a celebrar este fin de semana. 

En su mensaje, “no amemos de palabra sino con obras”, el Papa nos recuerda que una conversión que nos mueve hacia una vida de servicio comienza con saber cuánto Dios nos ha amado primero, porque es experimentando el amor de la caridad misericordiosa de Dios que nuestros corazones son encendidos, llevándonos a amar a otros en retorno a pesar de nuestras limitaciones y pecados. A la falta de esa experiencia de Dios amándonos primero, nuestro entusiasmo por servir puede decaer, convirtiéndose en episódico y con el tiempo superficial.

De hecho, una medida importante de que nuestra conversión a una vida vivida para otros es auténtica es el cómo vemos y tratamos a los pobres. Los pobres, nos dice Francisco, no pueden ser vistos “solo como los destinatarios de una buena obra de voluntariado para hacer una vez a la semana, y menos aún de gestos improvisados de buena voluntad para tranquilizar la conciencia”.  

En cambio nuestro bien trabaja en su nombre, siendo un acontecimiento que nos hace sensibles a las necesidades de las personas y a las injusticias que con frecuencia son sus causas, debe llevar a un verdadero encuentro que cambie nuestras vidas, que hace que el compartir sea una forma de vida. Significa admitir cuán pobres somos todos, cuán vulnerables y humildes somos por nuestras limitaciones de creatura y pecados.

Dichos encuentros con los pobres son momentos de gracia que nos permiten superar la tentación de sentirnos omnipotentes e inmortales, mirando el dinero, carrera y lujo como nuestra meta en la vida y la condición para nuestra felicidad.

Esta noche, Loyola University y la Escuela de Medicina Stritch nos están dando un gran obsequio, al ayudarnos a ver la mano extendida de estudiantes necesitados como una invitación a declarar nuestra propia pobreza, y de hecho nuestra humanidad, para tener una conversión que lleve a vivir una vida de servicio a otros.

Sería negligente si no señalara el extraordinario trabajo que esta buena institución de educación superior está haciendo por los estudiantes protegidos por DACA. El año pasado tuve la oportunidad de visitar a algunos de los Soñadores asistiendo a la escuela de medicina. Lo que se está haciendo para proveerles préstamos y becas es una declaración fuerte de que Loyola comprende que debemos amar no con palabras sino con obras. Y con todo las palabras de la Presidente Rooney merecen ser repetidas: “Desafía la comprensión”, escribió el 5 de septiembre, “que nosotros como país desperdiciaríamos la riqueza de talento, compromiso y valor exhibido por este extraordinario grupo de personas que conocemos como nuestros colegas, nuestros compañeros de clase y nuestros vecinos. Estos jóvenes individuos están tejidos dentro de la tela de nuestras comunidades y tienen un derecho básico de contribuir a nuestra sociedad. Ellos son nuestros futuros doctores, abogados, enfermeras, maestros, dueños de negocios, y líderes que se unen a nosotros para elevar a los más marginados en nuestro mundo. Loyola University Chicago está comprometida a su éxito”.  Y déjenme añadir, también lo está el arzobispo de Chicago.

Permítanme cerrar al recordar otra imagen de una espada usada para significar una vida de servicio a los otros. Siglos antes de Ignacio, un soldado romano de nombre Martín, batallando en Gaul, usó su espada para cortar por la mitad su capa, compartiéndola para cubrir la desnudez de un hombre pobre. Martín más tarde supo en un sueño que en ese momento había encontrado a Cristo, llevándolo a una conversión en la cual su espada se convirtió en un recordatorio para hacer que compartir sea una forma de vida.  

San Martín de Tours se convirtió en el primer no mártir en ser incluido en el Calendario de Santos, un testimonio del poder de vivir una vida de servicio a otros. Ese poder de testimonio es tan evidente aquí esta noche, y les doy las gracias por darme esta espada como un recordatorio vivo no solo de todo lo que ustedes hacen, sino también como una motivación para tomar con mayor vigor el llamado a hacer que compartir sea una forma de vida. Dios los bendiga a todos.

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