Cardenal Blase J. Cupich

Nuestra Iglesia: Más que un estacionamiento

martes, enero 31, 2017

El fin de semana pasado le pedí a los párrocos que compartieran con los feligreses mi carta proporcionando una actualización sobre los recientes desarrollos en nuestro proceso denominado Renueva mi Iglesia. Como escribí, lo que está en juego al inicio de este esfuerzo es si vamos a tomarnos en serio la tarea de transmitir la fe a la siguiente generación. Para algunos de nosotros, la pregunta es muy personal. Como una pareja me dijo recientemente: “Nos preguntamos si vamos a ser la última generación de católicos en nuestra familia”.

Todos los que asisten a la Misa reconocen, después de echar un vistazo a la comunidad, que no están aquí un buen número de los hijos de los asistentes, hombres y mujeres jóvenes que han sido educados en nuestras escuelas y programas de educación religiosa y que ahora están comenzando sus propias familias.

Esto nos obliga a examinar los muchos desafíos que enfrentamos hoy en día. ¿Qué debemos hacer para hacer de nuestras parroquias comunidades vibrantes y sostenibles para nuestra gente y para las generaciones venideras? De manera concreta esto significa que debemos usar prudentemente nuestros limitados recursos humanos y materiales. Pero también significa adoptar una mentalidad misionera que nos permita alcanzar y dar la bienvenida tanto a los que no practican culto alguno, como a los que se sienten desterrados del suyo.

No debemos temer esta tarea; de hecho, nos presenta una oportunidad para crear una nueva fecundidad. Nos colocamos sobre los hombros de los antepasados, muchos de los cuales fueron inmigrantes en un pasado no muy lejano, que se arremangaron y se pusieron a trabajar en el reto de formar comunidades; hombres y mujeres que construyeron las iglesias y las escuelas, los hospitales y muchas agencias que han servido a innumerables personas a través de generaciones. Muchas nos han sido entregadas por aquellos que nos han precedido, pero la parte más valiosa de ese legado es su profunda fe, que les permitió responder al llamado de Cristo a continuar su misión de hacer discípulos. Renueva mi Iglesia debe comenzar allí, con la fe absoluta de que Cristo nos llama a asumir, de una manera renovada, su misión, en lugar de conformarse con las cosas como son. Es un llamado a pasar de un mero mantenimiento a una misión.

El Papa Francisco ofreció una idea inspiradora en una de sus recientes homilías cuando utilizó la imagen de un estacionamiento para describir la manera en que algunos cristianos, a quienes él llama “cristianos perezosos”, conciben a su iglesia parroquial. Esto es lo que dijo:

“Los cristianos perezosos son cristianos ‘estacionados’: han encontrado en la iglesia un buen lugar para aparcar... para ellos la Iglesia es un parking que custodia la vida, y van adelante con todas las garantías posibles. Pero estos cristianos estacionados me hacen pensar en algo que los abuelos nos dijeron cuando éramos niños: Procura que el agua no se estanque, la que no corre es la primera en corromperse” (Papa Francis, 17 de enero de 2017).

El mensaje para nosotros es claro. Mantenernos en nuestra zona de confort no es algo que podamos seguir sosteniendo. Teniendo en cuenta los retos a los que nos enfrentamos, necesitamos que nuestras parroquias se vuelvan cada vez más vitales, utilizar nuestros limitados recursos de tal manera que den más frutos y no permitir que nos convirtamos en cristianos perezosos.

Animo a todos a orar y a participar en el proceso de Renueva mi Iglesia. Como escribí en mi carta del 22 de enero, hemos determinado los agrupamientos parroquiales (ver artículo en la página 15). Un agrupamiento es un conjunto de parroquias y escuelas que llevarán a cabo de manera conjunta y con ayuda para facilitarlo, un proceso de planificación, como parte de Renueva mi Iglesia.

Todas las parroquias de la arquidiócesis son parte de un agrupamiento. Al ser parte de un agrupamiento y de oleadas sucesivas durante los próximos tres años, las parroquias se reunirán para recopilar información y evaluar las opciones que tienen para cubrir las necesidades pastorales de todos los que conforman el agrupamiento. ¿Qué hace bien su parroquia que otra parroquia de su grupo pueda aprender? ¿Cómo podría su parroquia beneficiarse de la sabiduría y de los recursos de una comunidad vecina?

Escuchándonos y trabajando juntos, construiremos una presencia católica renovada, vital y sostenible, para el bien de nuestras comunidades. Les pido a cada uno de ustedes indagar en sus corazones y preguntarse si están dispuestos a aceptar el status quo, a aceptar la posibilidad de que puedan ser los últimos católicos en su familia. Si no están dispuestos a aceptar eso, entonces los invito, únanse a mí, ahora que abrazamos esta oportunidad para escuchar y responder al llamado que Cristo nos hace en nuestro tiempo: Renueva mi Iglesia.

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