Cardenal Blase J. Cupich

La siguiente es una adaptación de las palabras pronunciadas por el Arzobispo Cupich en la Asamblea Presbiteral el día 7 de junio de 2016

jueves, junio 30, 2016

En septiembre pasado les rogué que vieran esta tarea de renovar la Iglesia de Chicago, no en términos de una respuesta puramente organizativa ante los datos financieros y demográficos, ni como un cálculo político de lo que la gente va a aceptar. Más bien, debemos acercarnos a esto como un proceso de discernimiento comunitario. Es parte de nuestra travesía espiritual conjunta, en la que nos preguntamos ¿Hacia dónde nos está llevando el Espíritu para recoger, de una manera fresca y por medio de nuestras parroquias, la misión de Cristo de evangelizar, hacer discípulos y transformar esta tierra de Chicago y el mundo entero en el amor de Cristo?

Me gustaría abordar dos cuestiones: 1. ¿Qué significa Renueva mi Iglesia para nuestra concepción de la vida parroquial? 2. ¿Qué significa para nuestra concepción de ser sacerdotes ministrando en la Arquidiócesis de Chicago?

Lo que significa Renueva mi Iglesia para nuestra concepción de la vida parroquial.

Nuestra vida como Iglesia aquí en Chicago se ha organizado en torno a la parroquia. Esto ha creado una lealtad y un afecto profundos por parte de nuestra gente por sus propias parroquias, lo que ha sido motivo de una extraordinaria generosidad y devoción. Al mismo tiempo, tenemos que reconocer que la vitalidad de estas parroquias pudo darse por sentado en una época anterior debido al tejido social y a la conexión que definían a nuestros barrios y a la sociedad en general. A estos barrios los caracterizó la estabilidad residencial, unas costumbres sociales y unos valores que fueron compartidos en común, y una familiaridad entre las personas que a menudo se basaba en las relaciones étnicas similares. Sin embargo, el mundo es muy diferente hoy en día, y las estructuras sociales y culturales que reforzaron nuestra vida parroquial se han evaporado en gran medida.

Hoy en día, las personas son más móviles, en lugar de estables, en cuanto a sus patrones de comportamiento residencial. Su cohesión de valores compartidos ha sido interrumpida si no es que destruida por una secularización de tipo cerrado, por fuerzas económicas y de globalización que están fuera de su control, por nuevas formas de comunicación, y por una industria del entretenimiento que cambia la forma de cómo nos vemos unos a otros.

Las estructuras sociales sobre las que nuestras parroquias alguna vez se basaron para apoyar lo que estaban haciendo como comunidades individuales ya no están presentes en su mayor parte. Necesitamos crear un nuevo tipo de red, un conjunto de relaciones entre nosotros mismos, en los que no seamos independientes, viviendo en nuestros propios silos, sino interdependientes. Como parroquias, el reto es llegar a ser comunidades de comunidades y juntos ser más fuertes y más eficaces en la misión que cuando trabajamos en forma aislada. Necesitamos movernos más allá de un modelo de parroquia que es independiente y autosuficiente.

Lo que Renueva mi Iglesia significa para nuestra concepción de ser un sacerdote ministrando en la Arquidiócesis de Chicago.

Si nos estamos moviendo hacia una concepción de nuestras parroquias como comunidades de comunidades, entonces nosotros, como sacerdotes de la Arquidiócesis de Chicago, tenemos que tomar la corresponsabilidad de todas las parroquias, no sólo de la nuestra. Lo que estoy pidiendo que hagan es mirar a las parroquias de la forma en que los vicarios y yo lo hacemos, bajo el entendido de que cada parroquia es más fuerte en la medida en que todas las parroquias son fuertes.

Por supuesto, el Papa Francisco está recuperando este sentido en su esfuerzo por revitalizar la noción de una iglesia sinodal. Nosotros aquí también debemos ser una Iglesia sinodal en la que caminemos juntos, asumiendo la responsabilidad de la totalidad del pueblo de Dios, confiado al cuidado pastoral que compartimos unos con otros como hermanos sacerdotes. Una Iglesia sinodal avanza del mismo modo que un pueblo peregrino, bajo la guía del Espíritu Santo, caminando juntos a un ritmo que es paciente y con la conciencia de que la experiencia de la travesía será en sí misma una gracia a medida que avanzamos en caminos y formas que hablan de conversión y renovación.

Como he señalado antes, esto nos va a costar a todos, a ustedes y a mí, algo. Este proceso demandará un desafío espiritual específico para nosotros los sacerdotes. No es algo nuevo. Es una paradoja que tiene su raíz en el Evangelio. Estamos llamados a vivir y servir con una entrega completa y, al mismo tiempo, con un desprendimiento total. Todos nosotros ponemos corazón y alma en la vida de nuestras comunidades. Y debemos seguir haciendo eso, pero reconociendo que hay que hacerlo de maneras aún más creativas e imaginativas.

Y esto conllevará que salgamos de nuestra zona de confort, de nuestros patrones de comportamiento que se han vuelto familiares y cómodos; dejar de lado nuestros diseños particulares, de modo que un mayor bien pueda florecer y que la obra sea, de una manera más evidente, la obra de Dios y no la obra de nuestras manos. Esto realmente es un reto: entrega completa y desprendimiento total, pero tiene sus raíces en el Evangelio.

Estoy convencido de que lo que nos mantendrá enfocados como presbiterio, entre todas las diferentes cosas que ocupan nuestra atención y los giros y vueltas que este proceso de renovación implicará, es nuestra dependencia común en el amor de Dios para sanarnos y renovarnos. Ese compromiso común de confiar en el amor providencial de Dios nos mantendrá equilibrados, porque es ese mismo amor que estamos llamados a fomentar en aquellos que están a nuestro cuidado pastoral. Espiritualmente, el reto que tenemos nosotros es mantener la concentración en el unum necessarium, la única cosa necesaria, que como sabemos se refiere a aferrarse al amor de Dios.

Lo he dicho antes, si nos quedamos juntos y trabajamos juntos, podemos y vamos a llevar a cabo la renovación que Cristo nos pide en este proceso. Todo eso comenzará cuando cada uno de nosotros se comprometa a una nueva comprensión de lo que significa ser Iglesia que va más allá de la parroquia y una nueva comprensión de lo que significa ser un sacerdote de la Arquidiócesis de Chicago. Les invito a caminar conmigo para que juntos podamos conducir a nuestro pueblo. Yo no puedo hacerlo solo. Necesito su liderazgo y su compromiso.

Advertising