Buenos días a todos. Gracias por la invitación para acompañarlos esta mañana. Hoy Dios nos dice a través del profeta Isaías: “No recuerden lo pasado ni piensen en lo antiguo; yo voy a realizar algo nuevo.” Al recordar nuestros pecados del pasado, dejémoslos en el pasado y creamos que Dios quiere perdonarnos, Dios quiere hacer algo nuevo en nosotros para que nosotros también nos perdonemos. En el Evangelio de hoy, nosotros aprendemos algunas cosas importantes acerca de Jesús, sus patrones de vida y sus prioridades. Se levanta temprano todos los días como muchos de nosotros. Primero hace oración, como muchos de nosotros. Después va a acompañar a la gente que ha ido a orar al templo y aprender lo que Dios está haciendo, lo mismo que nosotros estamos haciendo en este momento. Pero también aprendemos que Jesús entra en las vidas diarias de las personas y tiene algo que decir acerca de sus problemas y disputas. El mensaje es claro. Jesús, quien ha resucitado quiere estar con nosotros. Él ha venido a estar con nosotros y quiere enseñarnos algo que puede ayudarnos con nuestras vidas diarias, con nuestros problemas y tensiones. Entonces abrámonos a lo que Jesús nos dice esta mañana. Noten que las personas que traen a la mujer que fue encontrada en pecado no tienen nombres. Son una muchedumbre. Ellos quieren que Jesús la condene a muerte de acuerdo a la ley de Moisés. Si no lo hace, ellos lo condenarán a él también. La muchedumbre quiere condenar, y lamentablemente ellos ya han perdido su libertad de pensar por ellos mismos. Por eso es que Jesús les responde a ellos no como muchedumbre pero individualmente: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra.” Jesús les está diciendo a ellos y a cada uno de nosotros, que cuando vemos los pecados de la humanidad, primero debemos ver nuestro pecado y no los pecados del otro. El plan de Jesús funciona. “Al oír aquellas palabras, los acusadores comenzaron a escabullirse uno tras otro.” Ellos como muchedumbre señalaron a esta mujer como pecadora, pero al romperse la muchedumbre y al irse uno por uno, ellos están admitiendo que cada uno de ellos es como esta mujer, individuos pecadores. Pero la lección de Jesús no termina ahí. Esta no es una historia de condenación ni por Jesús ni por la muchedumbre. El verdadero punto de la historia continúa. Al irse sus acusadores uno por uno, la mujer quien ahora representa a todos sus acusadores porque ellos son como ella, se queda sola con Jesús. Él se queda con ella no para condenarla, sino para que ella pueda tener un encuentro con él, que lo conozca como la persona quien le da la libertad. “Vete y ya no vuelvas a pecar,” le dice Jesús. Entonces al deshacer la muchedumbre que esclavizaba a los acusadores, Jesús les ofrece la misma libertad a todos los individuos que se acercan a él como pecadores. Jesús perdona no condenando sino liberando. El próximo domingo comenzamos la semana santa y nuestra preparación para la Pascua. El día de hoy Jesús nos está invitando a que nos paremos delante de él en nuestro pecado, no para que nos condene sino para que tengamos un encuentro con él, y para que conozcamos más íntimamente a aquel que nos quiere liberar de ese pecado. Entonces no tengamos miedo de acercarnos al Sacramento de la Penitencia en estos últimos días antes de la Pascua. Jesús nos invita a que nos encontremos con él que es misericordioso y clemente y el que nos va a liberar. Al conocer más a Jesús en nuestras vidas individuales, como el que nos conoce y ama por nombre, lo menos probable que nosotros nos unamos a una muchedumbre, uniéndonos a destruir la reputación de otros o a criticarlos. La vida de una muchedumbre es una vida de esclavitud, una vida en la que perdemos nuestra libertad. Entonces separémonos de la muchedumbre, separémonos de la condena y acerquémonos a Jesús quien se ha levantado temprano esta mañana para estar con nosotros para enseñarnos y liberarnos.