Cardenal Blase J. Cupich

'Renueva mi Iglesia' - Cuaresma: Una nueva primavera para reavivar una vieja Amistad

lunes, febrero 29, 2016

¿Ha notado con qué frecuencia se utiliza la repetición en las Escrituras? Lo vemos en los primeros capítulos de la Biblia, en el libro de Génesis, conforme la creación se va desarrollando día tras día. La frase “Dios creó y vio que era bueno” se repite siete veces durante los siete días. Del mismo modo, en el Nuevo Testamento, Jesús ofrece un patrón repetitivo en la prédica de las Bienaventuranzas del Sermón de la Montaña: “Dichosos los pobres... Dichosos los afligidos…”

Y de nueva cuenta vemos esta técnica de la repetición en el comienzo de la temporada de Cuaresma. En el pasaje del Evangelio del Miércoles de Ceniza, Jesús nos dice que debemos iniciar el ayuno, la limosna y la oración. Al hacerlo, repite en cada ocasión que estos actos penitenciales se debe hacer “en secreto”. Deben hacerse a puertas cerradas, fuera de la vista de los demás e incluso “sin que nosotros los veamos”, ya que la mano derecha no debe saber lo que está haciendo la izquierda cuando damos limosna. Sólo Dios debe ver lo que estamos haciendo. Todo esto sugiere que el objetivo de estas prácticas penitenciales, y de toda la Cuaresma, es llevarnos hacia una intimidad con Dios. Es el tipo de intimidad en el que se hacen confidencias. Es el tipo de intimidad en la que nos volvemos vulnerables ante el otro. Por lo tanto el objetivo de la Cuaresma es, en resumen, volver a encender nuestra intimidad, nuestra amistad con Dios. Las prácticas penitenciales no son sólo ejercicios de atletismo espiritual, o medidas para demostrar nuestro nivel de autodisciplina. Su objetivo es conducir nuestra amistad con Dios a un mayor nivel de profundidad.

Describir nuestra relación con Dios como una amistad puede parecernos extraño, sobre todo si tenemos la tendencia a mirar a Dios como alguien que nos ha dado leyes para obedecer. De hecho, es posible que nos resulte más fácil relacionarnos con Dios concibiéndolo como un dador de leyes, a través del cual podemos conocer las reglas y medir nuestro progreso o fracaso con una certeza que nos es familiar. Esto nos permite mantener un cierto control y relacionarnos con Dios en nuestros propios términos.

Sin embargo, relacionarse con Dios en calidad de amigos es más exigente, porque no difiere de las exigencias de cualquier amistad. Tenemos que cultivar e involucrarnos en esa relación. Tenemos que estar dispuestos a ser heridos y lastimados e incluso a correr el riesgo de ser rechazados.

Pero, también hay algo más que tiene que ver con las amistades. Estas nos cambian y nos transforman. Los amigos sacan lo mejor de nosotros y comparten sus vidas y dones con nosotros. San Ireneo, un padre de la Iglesia del siglo II, entendió esto cuando escribió que nuestra “amistad con Dios da el don de la inmortalidad a aquellos que lo aceptan”. Esta es la promesa detrás de la acción de reavivar nuestra amistad con Dios en estos días santos de la Cuaresma. Empezamos ahora a compartir de alguna manera esa vida que Dios promete que durará por siempre. No tenemos que esperar hasta que nos vayamos de esta vida. La amistad de Dios y la vida eterna que viene con ella, con toda su alegría y paz, se puede experimentar ahora de alguna manera.

En inglés existe la feliz coincidencia que la palabra anglosajona Lent significa primavera. La Cuaresma es una nueva primavera para nosotros para encender de nuevo, para reavivar nuestra amistad con Dios. Es una primavera para experimentar ahora la promesa de esa eterna primavera de la vida eterna.

Por lo tanto, llevemos a cabo nuestra oración, nuestro ayuno y nuestras limosnas en secreto, para que nuestro Padre, quien nos ve en secreto, nos recompense ahora con su amistad y con la vida eterna que trae consigo.

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