Área de Chicago

Padre John Foley, premio San Juan XXIII de la Noche de Gala 2017

Por Redacción Católico
miércoles, septiembre 27, 2017

El padre John Foley fundó la Escuela Secundaria Jesuita Cristo Rey y una red de escuelas. Él fue presidente de la escuela de 1996 a 2004. Foto: cortesía de Cristo Rey.

Sentados en la oficina del padre John Foley, le preguntamos desde cuándo es sacerdote. “¡Hace cincuenta años con tres días!”, nos responde risueño. Lo encontramos en medio de felicitaciones y reconocimientos en su oficina en el campus de la universidad DePaul, en el centro de la ciudad.

Medio siglo en el sacerdocio no le ha quitado el júbilo ni la curiosidad: a sus 81 años, el padre Foley transmite una energía contagiosa.

El padre será galardonado con el premio San Juan XXIII de la Noche de Gala en noviembre.

Como buen jesuita, gran parte de sus esfuerzos e inquietudes están en la educación. El padre Foley es conocido por haber sido director fundador de Cristo Rey High School, y por haber expandido este proyecto a una red nacional, Cristo Rey Network.

Cristo Rey es una escuela secundaria que abrió en 1996 en el barrio La Villita, ofreciendo una educación de excelencia académica para estudiantes de escasos recursos. Hoy la red de Cristo Rey cuenta con 32 escuelas abiertas por todo el país.

La manera de financiar este proyecto ha llamado la atención. Su equipo fundador buscaba maneras de que el proyecto fuera sustentable y entre otros recursos, alguien propuso que los estudiantes ayudaran a pagar su educación al trabajar cinco días al mes en empleos profesionales de nivel básico y destinar esos fondos a los costos de sus estudios.

El ángel latino

Durante la conversación, el padre Foley habla mayormente en español, y lo hace con soltura. Treinta y cuatro años pasados entre Perú y México le enseñaron no solo el idioma, sino un conocimiento más profundo de las culturas que él tanto quiere. Llegó a Perú en 1961. De 1965 a 1968 estuvo en México y de allí volvió a Perú.

“Casi siempre estuve involucrado en educación” dice. “Trabajé con la Provincia Peruana de la Sociedad de Jesús”.

El padre nos cuenta que fue a Perú debido al llamado que hizo Juan XXIII, de que todas las congregaciones religiosas de Estados Unidos enviaran diez por ciento de su gente a América Latina.

“Los jesuitas tenemos un periodo en nuestra formación llamado ‘magisterio’” explica. “Yo hice mi magisterio en Perú y estuve destinado a la provincia peruana por los 34 años siguientes”.

Le preguntamos qué aprendió de su estancia en aquel país. “Todo, todo, qué barbaridad” exclama en español. “El ángel latino, la disposición latina, la fe de la gente sencilla, la generosidad.”

El padre nos indica que volteemos hacia uno de los libreros. Allí hay una foto donde aparece él oficiando misa en un poblado peruano. Nos dice que se siente muy orgulloso de esa foto, con la gente del campo. “Esa gente te enseña todo” comenta. “La capacidad de celebrar la amistad, la familia, todos esos valores que son tan elementales.”

¿Usted tuvo su proceso de formación en México? le preguntamos.

“Los jesuitas tuvimos un seminario en la capital (de México)” responde, “en Río Hondo, el Instituto Libre de Filosofía. Allí se enseñaba filosofía y teología.” El seminario jesuita al que se refiere ya no se encuentra abierto, pero cuando el padre estudió allí contaba con alrededor de 300 alumnos, entre jesuitas y externos.

“Era justamente en el tiempo del Vaticano II, porque yo fui a México en el 65 y salí en el 68” dice.

El padre recuerda que esos años eran difíciles para los teólogos, pues muchos métodos se estaban replanteando. “Siempre he pensado que los profesores habrán dicho ‘qué diablos vamos a enseñar ahora’” dice, “porque todo estaba cambiando con el Vaticano II.”

El padre recuerda que en ese entonces se enseñaba en latín. Durante su estancia en México, fuera de clases en latín, los amigos jesuitas le corregían el español.

“Aprendí mucho del ángel latino y su buen humor frente a todas las dificultades”, resume con estas palabras su estancia.

Vuelta a Chicago

En 1995, por invitación del provincial de los Jesuitas en Chicago, Bradley Schaeffer, el padre Foley vuelve a su ciudad natal para encargarse de un nuevo proyecto educativo que terminará llamándose Cristo Rey.

“El provincial de Chicago solamente me preguntó si estaría dispuesto a volver a Estados Unidos, a Chicago. Yo dije, ‘ganas no tengo, estoy contento en el Perú’” recuerda. “El provincial dijo: ‘quiero hacer algo por la comunidad latina en Chicago, porque les debemos nuestro apoyo, el servicio. Pero hasta ahora no sé exactamente, algo educativo. Estoy abierto a una escuela primaria, secundaria, tal vez educación de adultos. Incluso una guardería. Lo que yo quiero hacer es preguntar a la comunidad latina en qué les podemos servir.’”

El padre Foley cuenta que un sacerdote se encargó de caminar por las calles de Pilsen y La Villita preguntando a la gente “¿En qué les podemos servir los jesuitas?” y, continúa, “lo que más querían era educación secundaria, preparación para la universidad.”

Actualmente la red cuenta con 32 colegios abiertos. El padre dice que no hay interferencia con otros planteles de la red. “Nosotros como máximo les ayudamos a pedir fondos de alguna fundación. Les apoyamos en el sentido académico, en el sentido de mantener la misión.”

Y la misión ha impactado e inspirado ya a mucha gente: “Aceptamos exclusivamente alumnos que de otra manera no podrían recibir una educación privada. Si ganas más de cierta cantidad de dinero no puedes venir acá. Porque la idea es que en ese caso puedes ir a un colegio católico y pagar.”

Sobre el galardón de la Noche de Gala, el padre Foley se muestra contento. “Me da gusto recibirlo, porque es un reconocimiento de la familia.”

“Yo creo que la comunidad latina va a ser la salvación de los Estados Unidos” agrega. “Con los valores que viven y los valores que enseñan en la casa, el respeto por la vida. El saber trabajar duro. Son virtudes que este país necesita mucho. Su fe en Dios es tan importante. Me encanta decir la misa con gente con tanta fe y tanta devoción.”

 

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