Área de Chicago

Todo tiene su tiempo - Chicago Católico

Por Jackie Moyeno
miércoles, agosto 31, 2016

En muchos lugares del mundo, con la llegada del otoño y con el principio del año escolar, se despierta la época de los cambios y de los colores en la naturaleza. Hay muchas formas de tiempo. Tenemos que poner a un lado el tiempo que se mide con los relojes. Todo, incluso la liturgia dominical está medido con este sistema mecánico y electrónico. Se conocen distintos relojes. El primero fue el reloj de sol, hace ya 16 siglos. Se supone que fueron los asiáticos quienes inventaron el reloj. En el año 725 de nuestra era, un monje budista inventó un reloj mecánico que a base de baldes de agua hacía una rotación completa en 24 horas. En el Occidente se le atribuye a otro monje, un benedictino, y después al Papa Silvestre II (950-1003), que de ahí viene la invención del reloj mecánico en nuestra actualidad.

Hoy nadie camina sin algún tipo de reloj mecánico, y mucho menos electrónico que mide el tiempo a partir de las rotaciones de la Tierra alrededor del Sol. Esa visión mecánica del tiempo del reloj ha estrechado nuestra percepción de los muchos tiempos que existen, como refiere el Eclesiastés. Los cosmólogos modernos nos han despertado a los distintos tiempos. Todo en el proceso de la evolución posee su tiempo. Si no se respeta cierto tiempo, todo cambia y ni nosotras mismas perspectivas también cambian el tiempo.

Podemos medir hasta el tiempo de la gravedad o aun no ver la gravedad entre nosotros. Su fuerza hace expandir y al mismo tiempo sujeta las energías y las partículas originarias, muy importante para nuestra existencia biológica.

Pues todo tiene su tiempo, y hay tiempos y tiempos. La Iglesia tiene su tiempo, el calendario liturgico, las épocas del Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua y Tiempo Ordinario. También fuera del reloj tenemos nuestros tiempos.

“Eclesiastés 3” Hay un tiempo para todo. Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar; un tiempo para matar, y un tiempo para sanar; un tiempo para destruir, y un tiempo para construir; un tiempo para llorar, y un tiempo para reír; un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto; un tiempo para esparcir piedras, y un tiempo para recogerlas; un tiempo para abrazarse, y un tiempo para despedirse; un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir; un tiempo para guardar, y un tiempo para desechar; un tiempo para rasgar, y un tiempo para coser; un tiempo para callar, y un tiempo para hablar; un tiempo para amar, y un tiempo para odiar; un tiempo para la guerra, y un tiempo para la paz.

Cada uno de nosotros tiene su tiempo biológico, determinado no por el reloj, sino por el equilibrio de nuestras energías. Cuando se cierra nuestro ciclo, entramos en el silencio del misterio.

Dicen que es ahí donde habita Dios que nos espera con los brazos abiertos, como un Padre y una Madre y con brazos abiertos. La liturgia también ofrece sus tiempos, tiempo para cantar, dialogar, escuchar, orar pero sobre todo tiempo para oír la voz de Dios en el Silencio de la Liturgia.

Pues a mí también me llego mi tiempo, esta será mi última columna para la Arquidiócesis de Chicago. Durante este mes de septiembre estaré relocalizada en otro estado, y después de mucha oración y descernimiento decidí trabajar en la Formación Litúrgica fuera del Estado. Durante mi tiempo en la Arquidiócesis no solamente pude ofrecer mis conocimientos y formación, sino que a través del silencio en la liturgia descubrí que ustedes me dieron más de lo que yo pude aportar. La liturgia y su silencio continúan en cualquier lugar que estemos. La voz de Dios se abre en toda liturgia a su pueblo, lo importante es escucharla, vivirla. Yo les pido que me mantengan a mí y a mi familia en sus oraciones, y les aseguro que ustedes serán parte de las mías. El programa del Instituto Hispano de Liturgia conocido por IHL estará en receso hasta nuevo aviso. Pidámosle a Dios que les traiga una persona que continúe la misión de Renueva Nuestra Iglesia. Dios los bendiga.

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