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El corazón musical de Santa Cruz - Chicago Católico

Por Redacción Chicago Católico
miércoles, agosto 31, 2016

“Si buscas ‘Las Empacadoras’ en internet vas a encontrar notas sobre disparos y violencia” dice Jorge Ocampo, un joven de 23 años que vive en ese barrio. “Pero si buscas algo sobre la marimba de Santa Cruz, ahora que cumplimos 25 años en la comunidad, nadie habla de esas cosas”. Ocampo es uno de los muchos jóvenes que han pasado por la experiencia de aprender música, específicamente, la marimba.

Efectivamente, desde 1990 que se trajo la marimba a la parroquia de Santa Cruz en el barrio del sur de la ciudad, este instrumento ha sido un enlace comunitario que ayuda a que jóvenes adquieran destrezas musicales, pero también destrezas de comunicación, disciplina y liderazgo.

“La marimba tiene un gran impacto en el vecindario” dice Fabián García. “Para decir la verdad sin la marimba, muchos de nosotros nos preguntamos qué estaríamos haciendo ahora”.

García pertenece a una de las primeras generaciones de jóvenes que se acercaron a la marimba en Santa Cruz. El grupo ayuda a muchos padres que andan buscando actividades para sus hijos, y solo pide como requisito que pasen un año por el coro.

“La marimba nos enseñó a socializar con otras personas” comenta García. “Es más a fondo que solo música, nos enseñó a respetarnos el uno al otro, y liderato. A mí me ensenó a ser líder. Cada generación tiene un líder, que Se encarga de organizar a los muchachos, asegurarse del equipo, la transportación. También a otros muchachos se les fue pasando ese tipo de mentalidad, de responsabilidad.”

“La marimba comienza alrededor de 1990” explica la hermana Angie Kolacinski. “Hubo un pequeño grupo que comenzó en San Francisco de Asís, en Roosevelt, y luego movieron la marimba aquí”.

Kolacinski, quien ha estado en la parroquia desde hace 29 años, es la coordinadora de los programas juveniles. “La marimba era solo de chicos de sexto a octavo grado” dice. “Fue también una manera de mantenerlos involucrados en la misa, en una etapa en que especialmente los chicos empiezan a alejarse, pero también mantenerlos involucrados con actividades después de clase”.

La agrupación va cambiando conforme sus integrantes crecen, encuentran trabajo o van a la universidad, dejando espacio para chicos jóvenes que aprenden a tocar y después ofrecen recitales.

“Los niños pequeños del coro ven a los chicos mayores en la marimba” dice la hermana Angie. “Para mí, eso es importante porque en nuestro vecindario, tantos de nuestros modelos a seguir son jóvenes parados en la esquina” agrega. “Los jóvenes que hacen lo que tendrían que estar haciendo están a menudo en casa, haciendo la tarea, ayudando a su mamá. Pero los niños nos ven a los jóvenes adultos en la casa.”

La marimba toca no solamente en la parroquia, sino también en fiestas y actividades por toda la ciudad o incluso fuera. “Cuando tocamos fuera de la parroquia pedimos una cantidad de dinero, depende de qué tan lejos sea, qué tipo de evento, etcétera. Pero los músicos tocan gratis” dice la hermana.

El dinero que entra les permite pagar maestros, mantenimiento de marimba, la gasolina y comida para los músicos. “El pago, la ganancia es el desarrollo de carácter, las destrezas para la vida” dice Jorge Ocampo.

Durante el mes de agosto, la marimba hizo una serie de presentaciones sorpresa, apareciendo en diferentes lugares sin avisar. “La gente se muestra muy emocionada de que salgamos de la iglesia y toquemos en todo el vecindario para alegrarles un poquito su día” dice Érika Sánchez. “Hay gente que nos escucha y nos manda llamar de todas partes de Chicago”.

Érika Sánchez ha sido maestra de marimba por unos cuatro años, y ha sido parte de la marimba por diez años. Ahora tiene diez alumnos. Cuando visitamos la parroquia, la encontramos instruyendo a Irving Elías, quien comenzó a estudiar la marimba tres semanas atrás.

Sánchez es consciente del papel que este programa juega entre los niños y jóvenes del barrio. “Enseñarles algo diferente y que tengan el compromiso de tener algo qué hacer” dice, “que se enfoquen en algo bueno y no en lo negativo que pasa en el barrio.”

Hablando con la hermana y con los jóvenes que mantienen este proyecto en pie uno puede contagiarse de la energía y el entusiasmo que ellos despiden.

Cuando le preguntamos a Jorge Ocampo cuál sería su mensaje a los jóvenes que pudieran leer este periódico, contestó sin titubear: “Que miren el ejemplo de este grupo, que con mucho trabajo sí se puede. Venimos de un barrio que tiene mucha violencia y no hay mucha oportunidad de hacer música para ellos. Pero aun así nos vamos a otros estados y tocamos por toda la ciudad. Y eso viene de aquí, de una comunidad de la que no esperas eso. Entonces hay que luchar.”

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