Área de Chicago

Tiempo de cambios, tiempo de reflexión - Chicago Católico

Por Jackie Moyeno
jueves, junio 30, 2016

Estuve meditando muchísimo durante mayo y junio sobre los cambios que se están promoviendo en la Arquidiócesis de Chicago con el proceso de “Renueva Mi Iglesia”. Al principio, como toda noticia hubo disgustos e inquietudes, y fue muy desconcertante.

Creo que le podemos llamar a esto el momento el tiempo de DUELO, pero durante este tiempo, sobre todo con el descernimiento, he podido observar que es necesario tener estos cambios, no solamente necesario sino imprescindible. No nos podemos quedar en el dolor, algo tiene que florecer después del tiempo amargo.

Nosotros lo experimentamos en nuestra vida cotidiana al igual que en nuestra vida litúrgica, en nuestras oraciones. Tal como nos explica el Evangelio del 17 de julio (Lucas 10:38-42) Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.” “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.” María escogió la parte para detenerse y escuchar.

Es un momento para reflexionar y cuestionarnos: ¿por qué hacemos lo que hacemos? ¿Hemos meditado en nuestros propios intereses? ¿En nuestros valores? ¿Cuáles son los verdaderos talentos que poseemos y cómo es que vamos a desarrollarlos?

Como María en el Evangelio, esta época de verano es una buena oportunidad para detenernos y comenzar a reflexionar, meditar, discernir y difundir nuestros valores. Como escribe el arzobispo Cupich en su columna sobre “Renueva mi Iglesia”: Siendo el primer papa americano e hijo de inmigrantes, el Papa Francisco está llamando a toda la Iglesia a soñar, y soñar en grande. En La alegría del Evangelio escribió el Papa Francisco: “Sueño con una ‘opción misionera’ capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto preservación.

El cauce, el manantial, nuestra vida litúrgica es un cauce en el cual manamos y evangelizamos a través de nuestros hechos. Los cambios son necesarios, son saludables y también son muy naturales, comenzando con nuestra concepción humana hasta hoy hemos experimentado muchos cambios. Esto no indica que sean fáciles, pero sí son necesarios y nos ayudan a crecer emocional y espiritualmente. Los cambios dan nueva vida, aunque al comienzo de todo los vemos muy nebuloso y no entendemos el misterio que se infunden con ellos.

Estos cambios de “Renueva mi Iglesia” nos deben de ayudar a discernir, ¿“Porque hago lo que hago”? Hagámonos estas preguntas y no solamente pensemos en ellas, también discutámoslas en nuestros grupos parroquiales, con nuestras familias y también en nuestros trabajos. 1) ¿Cuáles son las cuatro palabras que me describen? 2) ¿Cuál es el motor que me conduce así en adelante, y que me detiene? ¿Cuál es el trabajo o ministerio ideal para mí? 3) ¿Qué es lo que me alegra y me motiva? 4) ¿Cuál es el trabajo o ministerio en el cual no debo de funcionar, y porque? 4) ¿Qué me causa ceguera y dificultad en tratar de ver más adecuadamente? ¿Cuáles son los aspectos personales de mí mismo que necesito cambiar? ¿Cuáles son los que no debo de cambiar y porque?

Escuchar verdaderamente la voz de Dios en todo lo mencionado nos ayuda a conocernos mejor y desarrollar nuestra fe con más certitud. Nos da la valentía de aportar y ser parte del cambio que nos pide el Papa Francisco. Nosotros debemos de ser portadores de la fe, crear relaciones con nuestra propia persona, nuestras familias, nuestras amistades, con los necesitados, y sobre todo con el mundo. Tenemos esas aptitudes pero muchas veces no nos detenemos. Estamos como Marta en el Evangelio, solamente haciendo y haciendo y haciendo.

Comencemos a escuchar, comencemos a vivir, comencemos a tener compasión y misericordia, y dejemos que la voz de Dios nos conduzca y nos lleve a la atmosfera del sueño realizado. Cristo nos da esas claves a través de su Vida, Muerte y Resurrección. Cito de nuevo al arzobispo Cupich en la mencionada columna:

“Comenzamos este proceso durante el Jubileo de la Misericordia, que el Papa Francisco ha definido como un tiempo para que la Iglesia universal se eleve, se renueve y se reinvente a sí misma. Imaginen, habiendo apenas entrado en su octava década, insta a los católicos a ser jóvenes otra vez en nuestros sueños sobre el futuro de nuestra Iglesia”.

Paz

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