Área de Chicago

El amor que da vida - Chicago Católico

Por Juan Pablo Padilla
sábado, abril 30, 2016

Estos últimos meses fuimos bendecidos con abundantes ocasiones para reflexionar sobre nuestro llamado a seguir a Jesús de Nazaret. Lo acompañamos durante la Cuaresma y Pascua en las distintas experiencias que vivieron los doce junto a Él. Salían al encuentro de diversas personas en diversas situaciones, vimos como Jesús estuvo entre la gente y como la gente fue transformada al encontrarle. Su mensaje y su causa definitivamente fue algo que en aquel entonces motivó y conmovió a sus discípulos a seguirle, al igual que hoy.

Seguir a Jesús no fue ni es una cosa fácil, ni para los primeros discípulos ni para nosotros hoy en día. Seguir a Jesús implica un cambio radical, es decir, desde la raíz en nuestro propio ser. Esto se debe a que nuestra fe es un don gratuito de Dios que exige la humildad, el valor de confiarse para poder ver el camino luminoso del encuentro entre Dios y el ser humano. Nosotros hemos nombrado a este encuentro “La Historia de la Salvación”. Es importante entonces recalcar que hoy más que nunca, amar a Dios debe significar amar nuestra fe y lo que la Iglesia nos enseña. Quizá para nosotros esto sea una tarea muy difícil, y es por eso que debemos dejarnos transformar y moldear por la persona de Cristo a través del mismo seguimiento de Jesús al encontrarlo.

Sólo siguiendo a Jesús podemos tener una experiencia de Dios Padre y el camino cristiano ha de ser práctico e implícito. Solamente podemos llegar al Padre a través del seguimiento de Jesús. En el Evangelio, el término “discípulo” quiere decir alguien que aprende, pero lo que se aprende debe ser seguido y lo que se sigue debe ser amado. Más concretamente, para acoger al Dios de Jesucristo es necesario seguir a Jesús, vivir su experiencia, practicar su vida y dejarnos animar por el Espíritu. Más importante aún, tratar de vivirlo, para demostrar así que vivimos lo que creemos, y creemos lo que predicamos.

La fuerza que mueve a Jesús es el AMOR y esta fue Su opción fundamental. Jesús escoge el AMOR como fuerza que mueve Su vida para concretar el proyecto del Padre. Si seguimos a Jesús con la fuerza del AMOR, así caminamos hacia Dios. Sólo en este seguimiento comprometido caminamos los cristianos con certeza hacia la casa del Padre. Seguir a Jesús es entonces la puerta cristiana de acceso al Padre. El seguimiento de Jesús es el modelo, el ejemplo desde donde nosotros podemos concretar y conectar nuestra existencia humana y espiritual. El valor de nuestra vida de fe está en el seguimiento de Jesús que asumió la existencia humana a la manera de los marginados, a quienes amó sin poner límites al AMOR y que se hizo obediente hasta la muerte. La esencia de la vocación en la misión del cristiano, según el evangelio, gira en torno a dos centros: La persona de Jesús y los valores fundamentales del Reino que Jesús predico y vivió. Aquí, en estos dos puntos clave para la misión cristiana, encontramos el estilo de vida que llevó Jesús, el estilo de vida que estamos invitados a vivir.

Sin referencia al seguimiento de Jesús la misión del cristiano pierde su significado y toda su práctica termina en un callejón sin salida, en una farsa, en una comedia, inclusive cuando uno vive en el mundo del activismo compulsivo o de la eficacia pastoral. ¡El AMOR, la causa de Jesús, el AMOR de Cristo nos urge! Es un AMOR que vive Jesús, es una experiencia humana, un AMOR netamente humano y por eso Él puede ser un modelo para nosotros. ¡SIGÁMOSLO!

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