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El Silencio en la Liturgia

Por Jackie Moyeno
jueves, marzo 31, 2016

Una catequesis Kerygmatica y mistagógica. Se trata de dejarse transformar en Cristo por una progresiva vida “según el Espíritu” (Rm. 8,5). El Kerigma (anunciar y proclamar) debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial. El primer anuncio: Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte.

Nada es más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio, que exprese el amor salvífico de Dios. La Mistagogia posee la alegría, estimulo, vitalidad, y una integridad armoniosa. Esto no puede reducirse a una predicación, a una doctrina, que muchas veces son simplemente legislativas. Una iniciación mistagógica, que significa la necesidad progresiva de una experiencia que le comunica a toda la comunidad y una renovada valoración de los signos litúrgicos de la iniciación cristiana. Toda catequesis debe prestar especial atención a una jornada continua. La anunciación del Creador no es solo algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor y de un gozo profundo, aun en medio de las pruebas, atreverse a encontrar nuevos signos, símbolos, nueva carne para transmisión de la Palabra en formas diversas.

La Mistagogia abarca a todos. Todo el Pueblo de Dios anuncia el Evangelio, especialmente los nuevos neófitos (personas que han recibido los Sacramentos de Iniciación). Es un pueblo para todos, con muchos rostros, todos somos discípulos misioneros, somos la fuerza evangelizadora de la piedad popular, que contiene una cultura, y también contiene un pensamiento cultural, educativo y formativo. Es un crecimiento en nuestra fidelidad al estilo de vida del evangelio, es una manifestación del bien deseable, de vida, madurez, fecundidad, y sobre todo las denuncias de los males que nos atormenta. En el Rito de Iniciación Cristiana para los Adultos (RICA) el acompañamiento personal de los procesos de crecimiento, es decir acompañar al Catecúmeno para que él o ella puedan recibir esa propia manifestación.

La iglesia necesita la mirada cercana para contemplar, conmoverse y detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario y hacer presente la fragancia de la presencia cercana de Jesús y su mirada personal, dar a nuestro caminar el ritmo sanador al prójimo, pero al mismo tiempo sanar, liberar, alimentar a madurar la vida cristiana. El acompañamiento espiritual debe llevar más y más a Dios, en quien podemos alcanzar la libertad, sin convertirlo en una suerte de terapia.

Necesitamos de hombres y mujeres que conozcan los procesos, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad de Espíritu, y siempre estar vigilante de procurar el bien estar del pueblo de Dios. Solo a partir de esta escucha respetuosa y compasiva se pueden encontrar los caminos de un genuino crecimiento, despertar el deseo del ideal cristiano, ansias de responder plenamente al amor de Dios y el anhelo de desarrollar lo mejor que Dios ha sembrado en la propia vida.

Estos momentos Mistagógicos pueden ocurrir en oraciones en grupos y por supuesto en nuestra Liturgia Dominical. El pasado 12 de Marzo la Oficina para Jóvenes Adultos con el programa de ESFOR y la Oficina para el Culto Divino con el Programa de Instituto Hispano de Liturgia (IHL) y el Comité Auxiliar Hispano de Liturgia (CAHL) estuvieron esa experiencia a través de oraciones, compartimiento, y comida. Los dos grupos de edades variadas estuvieron ese momento Mistagógico en la cual cada uno de ellos pudieron abrirse y tener un dialogo sobre los Jóvenes Adultos de hoy en día y también los Adultos de la comunidad. ¿Cómo es que podemos orar juntos y a la vez escuchar la voz de Dios en cada uno de nosotros? Fue una experiencia maravillosa en la cual todos aprendieron sobre las experiencias culturales de cada grupo como también las experiencias eclesiales.

Él envió misionero del Señor incluye el llamado al crecimiento de la fe, Enseñándoles a observar todo lo que nos he mandado. (Mt. 28,20), el primer anuncio debe provocar también un camino de formación y de maduración, hasta que pueda decir plenamente: << Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mi>> (Ga. 2,20)160. Observar, lo que el Señor nos ha indicado, como respuesta a su amor, donde destaca, junto con todas las virtudes, aquel mandamiento nuevo que es el primero, el más grande, el que mejor nos identifica como discípulos: “Este es mi mandamiento que nos amemos los unos a los otros como yo los he amado”. Así San Pablo, para quien el precepto del amor no solo resume la ley sino que constituye su razón de ser y alcanza su plenitud en “Amaras a tu prójimo como a ti mismo” (Ga 5,14).

Felices Pascuas

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