Área de Chicago

Practicando el amor en Cuaresma

Por J. Pablo Padilla
lunes, febrero 29, 2016

El mes de febrero iniciamos la cuaresma, tiempo para reflexionar sobre nuestra vida y contemplar su valor, siendo nosotros hijas e hijos de Dios. La Cuaresma también es un tiempo donde tradicionalmente se contempla de manera intencionada la realidad de nuestra mortalidad y nuestro paso por esta vida. Al mismo tiempo somos invitados a revisitar nuestra identidad siendo hijas e hijos de Dios. Es común durante este tiempo litúrgico, que nuestra atención se torne de manera particular a nuestro estado como seres en pecado buscando ser redimidos. Una de las maneras que buscamos ser redimidos es a través del ayuno, o dejar cosas que no nos ayudan para ser mejores personas.

Esta tradición de la búsqueda de la redención se remonta a nuestros primeros padres en el Génesis. Se piensa que el pecado estuvo en la desobediencia a Dios al comer del fruto prohibido, inclusive muchos culpan a Eva como la autora principal de nuestro estado de desgracia. Sin embargo, me gustaría hacer la invitación a revisitar esta historia de la creación y reflexionar sobre lo que aconteció. Dios por Su infinito Amor nos creó totalmente libres y con voluntad propia. El gesto más poderoso del Amor del Padre fue dejarnos ser en un paraíso donde estábamos íntimamente en comunión con Él. Tanto nos amó El Padre que tomó una materia cruda en el barro y con el soplo de Su Espíritu, aquel barro sostuvo dentro de sí la esencia de Dios mismo que nos transformó de barro a seres humanos. Lamentablemente, por nuestra voluntad propia y el deseo de ser más, la serpiente logro convencernos que Dios no quería que fuésemos como Él y no logramos ver que ya éramos su imagen y semejanza. Nuestro pecado fue entrar en el error de querer ser como Dios a través del conocimiento del bien y el mal sin darnos cuenta que ya tuvimos dentro de nosotros Su esencia. Adquirimos por voluntad propia el conocimiento del mal y el bien que entonces nos tuvimos que atener a las consecuencias del estado de corrupción mejor conocido como la muerte. Ante esta realidad, Dios no nos castiga, sino que por Amor nos sigue dejando ser, ya que muy fácil siendo Dios pudo haber controlado la situación quitar nuestra voluntad propia hacernos retornar el tiempo a un momento borrando por completo lo sucedido. Pero Dios, siendo puro Amor, nos deja ser.

Lo que da lugar a seguimiento es lo que hoy llamamos la Historia de la Salvación, en la cual Dios se hace presente una y otra vez en la historia humana. Vemos en Éxodo como interviene a través del profeta Moisés para lograr la liberación de todo el pueblo hebreo. De allí sale las celebraciones de la primera Pascua, Dios actuando como liberador de estado de esclavitud. Sigue entonces toda una historia de miles de años en la cual se forman tradiciones en el pueblo judío que nos dejan decenas de historias en las que vemos una y otra vez a Dios actuando para mejorar la condición humana. Ante esta realidad de prueba y falla, en el momento más lleno de gracia, Dios se hace uno de nosotros y se empapa de nuestra experiencia humana y nos enseña desde nuestra condición cómo practicar el amor de Padre. Dios sale a nuestro encuentro una vez más en la persona de Jesucristo. Ahora El siendo Dios y hombre, se convierte en El nuevo Adán y María en la nueva Eva, dándonos un testimonio de que en verdad podemos retornar a la íntima comunión con El Padre a través del Amor que se convierte en la causa principal de Jesús. Es entonces por Jesús que podemos retornar a la casa de Padre. En esta cuaresma, propongo a los jóvenes de Chicago que practiquemos más el Amor que Cristo nos enseñó a los unos con los otros así como el Papa Francisco también nos invita.

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